Desafíos de la Energiewende alemana
Desafíos de la Energiewende alemana
En el reciente encuentro entre la canciller alemana Angela Merkel y el presidente Tabaré Vázquez uno de los temas que se trató fue el medioambiental. El país europeo mostró interés en invertir en el desarrollo de las energías renovables en Uruguay especialmente en los parques eólicos. Alemania está viviendo desde hace algunos años un profundo cambio en su matriz energética y su experiencia puede ser iluminadora para otros países, como Uruguay.
Desde que se produjo el desastre nuclear en la usina atómica de Fukushima en Japón en marzo de 2011, Alemania se abocó a un cambio drástico en la manera de generar energía. Se lo ha denominado Energiewende, que traducido al español significa cambio energético. Se trata de la primera gran nación industrial que se embarcó en el apagón atómico, cerrando ocho reactores nucleares y apostando a cerrar los nueve restantes antes de 2022. Se propuso, además, obtener electricidad a partir de energías renovables (agua, sol y viento), bajar lo más posible la extracción de carbón y así reducir para 2050 las emisiones de CO2 en más del 90%. Un movimiento liderado por el gobierno y las empresas, que en sus comienzos tuvo un fortísimo apoyo de la población que, involucrada desde hace años en los temas ambientales, entendía que debía apostarse a la generación de energías limpias.
Revolución fotovoltaica: poco sol
En la década de 1980 se produjeron en Alemania los primeros movimientos verdes que querían cambios fuertes. En 1986, como respuesta a la catástrofe de Chernobyl, se creó un ministerio de medio ambiente y seguridad nuclear que implementó políticas en forma muy integrada con la población. Con los años se mantuvo la generación de energía hidroeléctrica y a partir de 2005 comenzó a aumentar considerablemente la energía eólica, la generación de biomasa y la energía fotovoltaica.
De hecho, la energía eólica y la solar constituyen el esqueleto del cambio energético que está experimentando este país. Debido a un descenso dramático de los precios en los últimos años, los inversores tienen a su alcance tecnologías maduras y competitivas en costos. La estrategia del gobierno, claramente, ha sido descentralizar la generación de energía.
En la actualidad, Alemania posee la mayor capacidad fotovoltaica instalada en el mundo. Pese a no destacarse por recibir mucho sol, por todas partes hay paneles solares. La energía fotovoltaica se produce mayormente en el sur aunque también hay una gran instalación de paneles en el norte. En promedio, este país consigue satisfacer anualmente más del 20% de su necesidad de electricidad con la energía solar. Esto es así porque desde el año 2000 el gobierno ofrece subsidios para los que quieran instalar placas en los techos de sus casas. Los subsidios son pagados por aquella parte de la población que no genera energía limpia y se abonan por medio de una sobretasa en la cuenta de la luz. El ciudadano que genera su propia electricidad, además de economizar, puede vender su excedente a sus vecinos a precios competitivos. Con estas medidas el país aumentó en más de 300 veces la generación de energía solar en aproximadamente 10 años y se tornó en líder global en este sector.
Energía eólica y distribución
Por su parte, la mayoría de la energía eólica se produce en el norte del país. El gobierno alemán subvencionó con miles de millones de euros la instalación de molinos en zonas como el Nordsee y Bundesland Niedersachsen. Allí donde la superficie es más plana está instalada la mayor parte de los parques eólicos que ha ido en aumento debido a las altas subvenciones.
El dilema es que no existen suficientes redes para transportar la energía que allí se genera hacia el sur más montañoso. Por lo tanto, muchas veces deben apagar los molinos al no poder utilizar toda la energía generada. Esto no supone un problema para las empresas pues reciben dinero por parte del Estado cuando no pueden distribuir y vender su producción. Pero tales subvenciones, que son pagadas por la población, provocan el encarecimiento de esta energía.
Por otro lado, la mayor parte de la gente no quiere que le instalen las redes para transportar la energía eólica cerca de sus casas. No desean tener 50 mil voltios corriendo a lo largo de su propiedad.
Otros desafíos
El nuevo mundo energético plantea grandes desafíos, pues deberá combinar muchos sistemas diferentes para hacer posible un suministro continuo de electricidad. El viento y el sol tienen el problema no menor de la intermitencia. No hay sol y viento todo el tiempo, con lo cual hay que pensar sistemas para poder aprovechar la energía y distribuirla bien.
El tema del almacenamiento a gran escala es otro capítulo en el cual diversos centros en Berlín están trabajando. En Alemania se ha dado el absurdo de tener precio de la energía negativo cuando se ha debido pagar a vecinos países para que consuman lo que en Alemania no se puede utilizar.
Por estos motivos, grupos de ingenieros en diferentes organismos crean algoritmos y testean diferentes combinaciones para hacer viable el mejor cambio a energías renovables. El campus de Euref, por ejemplo, donde trabajan 2.500 empleados en un predio de 5,5 hectáreas, es un símbolo de la revolución de energía que se está dando en este país. Este centro de experimentación sirve como base de operaciones para las empresas que trabajan en los campos de la energía, la sostenibilidad y la movilidad.
A nivel empresarial requerirá nuevos estímulos y nuevas formas de organizar el mercado pues es muy probable que se vaya hacia una economía de costo marginal cero.
Los próximos años son cruciales para las acciones que está tomando Alemania en cuanto a su agenda energética. En ese sentido la asunción de Donald Trump en Estados Unidos plantea un gran interrogante sobre la toma de conciencia medioambiental a nivel global y las acciones directas para evitar catástrofes naturales que cada vez más requieren de esfuerzos conjuntos.
La gente, el motor del cambio
De momento la población alemana continúa apoyando el cambio energético que en el 2015 logró obtener el 27% de la energía de fuentes renovables. Pero lentamente van surgiendo matices cada vez más profundos en las opiniones de la gente que va entendiendo que la producción de energía está siendo muy cara y las respuestas a los problemas no siempre son ágiles. Es un proceso lento e incierto, experimental, que no se sabe bien cómo va a terminar.
El Observador